Lenguaje y Geografía

viernes, 26 de mayo de 2017

PECES DE AGUAS DESCONOCIDAS

La mujer que atiende la pescadería de mi barrio
tiene el pelo rojo
como la sangre de los peces frescos
facciones delicadas, una voz fuerte
¿Que vas a querer guapa?
exclama apenas entro.

Le digo que no sé nada
acerca de los peces de estas aguas
ella me los presenta, los enumera
al  tiempo que señala sus cadáveres.

Yo miro con atención sus formas
no los reconozco, pero identifico
en sus rictus de muerte
una tristeza nueva y poderosa.


El brillo apagado de sus escamas
me regala nuevos prismas
reveladores un orden antiguo
escrito en los corales.

 Ella afila sus cuchillos
rompe el silencio, recomienda
uno de nombre extraño
que asegura es delicioso
por ser de roca
y no moverse en aguas profundas
donde son turbias las mareas
el fondo marino insondable.

Acepto su sugerencia
porque el pez en cuestión
no es ni muy grande ni muy chico
ni feo ni bello
sino simplemente un cuerpo blando
que ha perdido su pulsión.

El olor de sus vísceras
me asquea y me recuerda
cuando mi papá volvía de la pesca triunfante
a darme un beso mostrándome una cesta
llena de peces muertos
y luego me pedía compañía
mientras limpiaba los parásitos
que vivían ocultos entre sus tripas
como tesoros escondidos o sentimientos
que yo aprendí a controlar
para no desbordarme en cada esquina:

No llorar por la cadena alimenticia
y los nombres que no retengo
y las aguas turbulentas, las mareas,
los cuchillos.

¿Quieres la cabeza  para hacer una sopa?
pregunta la mujer tras arrancar el espinazo
y pesar los trozos en una balanza de metal
que podría determinar, estoy segura
la justa medida de todas las cosas.

Yo asiento y casi casi recuerdo
el momento exacto
en que me resigné a no convertirme en un pez
a aceptar el beso de mi padre disimulando la arcada
cuando la mujer de pelo rojo
me entrega la carne blanca y limpia
envuelta en un diario donde pueden leerse
las últimas noticias internacionales.





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